El Gobierno dio a conocer el pasado viernes la última reforma educativa. La séptima de la democracia. Muy claro no lo debemos tener. Entre otras novedades en este proyecto se propone el inicio de los itinerarios a los 14 años, lo que desde mi punto de vista es un error. No conozco a nadie que con esa edad supiera cuál iba a ser su futuro profesional aparte de quienes querían ser astronautas, futbolistas o toreros.
Pero hay algo más. Al iniciar la especialización de los alumnos a esa edad tan temprana se corre el riesgo de descuidar la formación del alumno como persona abierta al mundo y entre sus conciudadanos. Formarse como profesional no es tan urgente como formarse como persona y ciudadano. Antes hay que preparar el sustrato sobre el que crecerá el individuo que conoce su historia, su cultura y su mundo natural y social. Debe ejercitar la capacidad crítica y debe controlar el lenguaje, habilidades estas básicas e imprescindibles. Después, y solo después, será prioritaria la formación del profesional para el mercado laboral. En estas edades no importa tanto la adquisición de los conocimientos concretos como la de las habilidades para aprender. Es necesario estimular para que afloren las capacidades y los gustos de los alumnos. A partir de ahí se desarrollará un profesional culto que tendrá unas inquietudes y unos intereses que entrarán en su trabajo o que desarrollará al acabar su jornada laboral.
Hacer una reforma educativa con la idea de formar trabajadores competitivos en el mercado local y global como ha manifestado el ministro Wert, deja ver una forma retorcida y estrecha de entender la educación.— Gerardo Vicente Rodríguez.